Cristo, modelo de perfecta contemplación y acción, como norma a imitar según el premonstratense Anselmo de Havelberg (1138)

«³⁸Seguían ellos su camino. Jesús entró en una aldea, donde una mujer llamada Marta le recibió en su casa. ³⁹Marta tenía una hermana llamada María, la cual, sentada a los pies de Jesús, escuchaba sus palabras. ⁴⁰Pero Marta, atareada con sus muchos quehaceres, se acercó a Jesús y le dijo: –Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola con todo el trabajo? Dile que me ayude. ⁴¹Jesús le contestó: –Marta, Marta, estás preocupada e inquieta por muchas cosas; ⁴²sin embargo, solo una es necesaria. María ha escogido la mejor parte, y nadie se la quitará» (Lc 10,38-42). Jesús cenando en casa de Marta y María en la Biblia de Holkham, una colección ilustrada de historias bíblicas y apócrifas que data de c. 1327-1335 (Londres, British Library, Add MS 47682, fol. 25v).

«En cuanto al Hijo de Dios y del Hombre, Jesucristo, cabeza de la Iglesia católica, cabeza de los contemplativos así como de los activos; estricto juez de todos los soberbios y amante y custodio de todos los humildes; dador voluntario, benévolo y espontáneo de la gracia espiritual, y remunerador generoso, munífico, suficiente y copioso de la gracia dada; que “ha obrado la salvación en medio de la tierra” [Ps 73,12], ¿te parece que era una cosa o la otra —contemplativo o activo—, o más bien que era a la vez contemplativo y activo?

Medítelo tu caridad y, con atención y humildad, considera conmigo a Nuestro Señor Jesucristo según la verdad del Evangelio y según la interpretación moral plenamente conocida y convencional en la Iglesia. Fue huésped en casa de las hermanas Marta y María, de las cuales la primera, Marta, se afanaba en servir, simbolizando así la vida activa, mientras que María, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra con avidez, representando la vida contemplativa.

Cuando el Señor dijo de María que había “escogido la mejor parte, que no le será quitada” [Lc 10,42], ¿quería acaso que se entendiese la “mejor parte” comparando a María consigo y con Marta o, más bien, solo comparándola con Marta?

Jesucristo se sentó a enseñar, por lo que simboliza a los doctores que enseñan. María se sentó a escuchar su Palabra en silencio y con devoción, y Marta se apresuró a servir solícitamente. Medítelo tu caridad. Cristo enseñando, María escuchando y Marta sirviendo. Tres personajes: ¿cuál de los tres te parece más digno? Tres oficios: ¿cuál de los tres te parece más digno? Yo sé con certeza, y sin ninguna duda lo afirmo, que entre los tres personajes Jesús es el más digno. Y como está claro que la persona de Jesús es más digna que las otras dos, entonces nadie dudará que su oficio es también el más digno.

Muéstrame, por tanto, si puedes, de qué manera María escogió la mejor parte en comparación con Jesús, que estaba allí. Más bien creo que esta palabra que salió de la boca de la Verdad se refería únicamente a Marta y a María, pues me cuesta creer que sea María, escuchando, y no Jesús, enseñando, quien escogió la mejor parte. Sin embargo, por el testimonio de la Verdad, es necesariamente verdad que María eligió la mejor parte si el pasaje se refiere únicamente a quienes viven en la Iglesia de Dios en el orden de los oyentes [auditorum] y no de los maestros [doctorum], de donde también resulta apropiado que Jesús diga “eligió”, pues los que están abajo pueden elegir laudablemente el silencio y la tranquilidad y un lugar para escuchar, pero no pueden elegir por sí mismos el oficio de enseñar, sino que para ello deben ser elegidos por otros, si es que fueran dignos de ello.

Lo que para algunos es loable, para muchos otros es censurable. Por ello, “porque los pensamientos de los hombres son vanos” [Ps 93,11], temo por vosotros, no sea que os engañéis y penséis por casualidad que Cristo no fue ni contemplativo ni activo por el hecho de que no parece haber tenido el papel de María, escuchando, ni el de Marta, sirviendo, sino el de maestro enseñando. Pues si consideras con atención lo que Jesús empezó a decir y a hacer, se te mostrará claramente que “el gran profeta que ha aparecido entre nosotros”, en el cual y a través del cual “Dios ha visitado a su pueblo” [Lc 7,16], fue, por nuestra causa, perfectísimo en la acción y, también por nosotros, más alto que los cielos en la contemplación.

El Evangelio dice: “Jesús, lleno del Espíritu Santo, regresó del Jordán y el espíritu lo llevó hasta el desierto, donde permaneció cuarenta días” [Lc 4,1-2]. Y de nuevo: “ascendió Jesús al monte para orar en soledad” [Mt 14,23]. […] Y otra vez: “Jesús tomó a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y los llevó hasta un monte alto, donde, en su presencia, se transfiguró”, etc. [Mt 17,1-2]. ¡Oh, divina contemplación! ¡Oh, gran revelación de los secretos de Dios! ¡Oh, manifiesta confirmación de la feliz resurrección en Moisés y Elías, que allí mismo se aparecieron [cfr. Mt 17]! […] Y, sin embargo, la Escritura evangélica también dice de Jesús que enseñaba a las masas en el templo, en la montaña o en una barca; que devolvía la vista a los ciegos, limpiaba a los leprosos, curaba a los enfermos, expulsaba los demonios, sanaba a los paralíticos, corregía a los escribas y fariseos, y argumentó que otros habían sido engendrados por el diablo, pero que él tenía celo divino [cfr. Mt 11,15 y 4,24; Jn 8,44].

He aquí que el Hijo de Dios es modelo de la más alta contemplación y de la más perfecta acción, pues en su persona dio ejemplo de ambos géneros de vida, y, tanto en sus actos como en sus dichos, se mostró a sí mismo, a todos los cristianos y especialmente a sus apóstoles, como norma para vivir rectamente. No me parece que sea necesario, después de Cristo, que es cabeza de todos los cristianos, describirte la vida de los apóstoles, pues se adhirieron fervientemente a sus mandatos y huellas, de modo que ha de creerse que instituyeron su vida conforme a la doctrina de su Maestro […]. Así, el apóstol Pablo, doctor de los gentiles en fe y en verdad […], al mismo tiempo que se esforzó activamente en difundir el Evangelio de Jesucristo desde Jerusalén hasta el Ilírico, dijo que “nuestra conversación está en el cielo” [Phil 3,20]. Y el apóstol y evangelista Juan, que […] bebió profundamente de la fuente del pecho del Señor y que penetró en los secretos de la divinidad y en los lugares ocultos de los cielos por medio de la contemplación, repleto del espíritu de sabiduría e intelecto y dotado del privilegio especial del amor divino, sin embargo, él mismo, pasando a la vida activa, enseñó el Evangelio en Éfeso y en otros lugares, fundó iglesias, ordenó obispos y nombró sacerdotes. […] He aquí que acuden a la contemplación, pero regresan a la acción y no disminuyen, sino que, todo lo contrario, crecen en mérito y en recompensa. Pero tú, en cambio, penetrando en lo más Santo —si es que acaso llegaste a entrar—, a pesar de que incluso los sumos pontífices entran y salen, tú —solo, como se te ve— nunca has salido»

(Anselmus Havelbergensis, Epistola apologetica pro ordine canonicorum regularium, traducción propia a partir del texto latino[1])

[1] Proinde idem ipse Dei et hominis Filius Jesus Christus caput Ecclesiae catholicae, caput contemplativorum, caput omnium activorum, districtus judex omnium superborum, amator et conservator omnium humilium, spiritualis gratiae voluntarius et benevolus ac spontaneus dator, et datae gratiae largus et munificus ac sufficiens et copiosus remunerator, qui operatus est salutem in medio terrae [Ps 73,12], utrumne tibi videtur fuisse contemplativus an activus, an potius et contemplativus ac activus?

Intendat charitas tua, mecum solerter et humiliter considera, Dominus noster Jesus Christus, juxta veritatem Evangelii, et tamen secundum tropologiam satis in Ecclesia notam et usitatam, apud duas sorores Martham scilicet et Mariam est hospitatus, quarum altera Martha scilicet dum circa frequens ministerium satagebat, activam vitam non inconvenienter significabat; Maria vero dum secus pedes Domini sedens verbum illius avidissime audiebat, contemplativam vitam non incongrue figurabat; de qua etiam, cum Dominus diceret: Maria optimam partem elegit, quae non auferetur ab ea [Lc 10,42], nunquid optimam partem intelligi voluit, comparatione sui ipsius et Marthae, an potius non sui, sed solius Marthae

Jesus Christus sedens docebat, docens doctorum personam gerebat. Maria sedens silenter et devote verbum illius audiebat, Martha erga plurima turbata sollicite ministrabat, intendat charitas tua. Christus docens, Maria audiens, Martha ministrans tres sunt personae: quae harum trium tibi videtur esse dignior? Tria sunt officia, quid horum trium tibi videtur esse dignius? Sed scio et sine ulla dubitatione certus sum, te fateri personam Jesu utriusque esse digniorem. Quia ergo personam Jesu utrisque digniorem esse constat, profecto officium quoque ejus dignissimum fuisse nemo dubitat.

Quomodo ergo Maria optimam partem comparatione Jesu, qui, praesens aderat, elegerit, tu, si potes, ostende; ergo verbum hoc ab ore Veritatis processisse de Maria ad Martham respectu ipsius Marthae puto, neque enim facile, imo nullo modo crediderim Mariam audientem, et non potius Jesum docentem optimam partem elegisse, quamvis etiam Veritatis testimonio verum esse necesse sit, quod Maria optimam partem elegerit, siquidem ut verum est, referatur ad eos, qui in Ecclesia Dei tantum sunt in ordine auditorum, non autem doctorum; unde et apte dictum est, elegit: nam subditi silentium et quietem et locum audiendi sibi laudabiliter possunt eligere, officium vero docendi per se non debent eligere, sed ab aliis ad hoc, si digni fuerint, sunt eligendi.

Sicut ergo illud apud nonnullos est laudabile, ita hoc apud plerosque est reprehensibile. Verumtamen jam timeo de te, quoniam cogitationes hominum vanae sunt [Ps 93,11], ne fallaris, et forte putes Christum nec contemplativum nec activum fuisse, praesertim cum nec officium Mariae audientis, nec Marthae ministrantis, sed officium magistri docentis videatur habuisse. At vero si eo diligentius consideres, quae coepit Jesus facere et docere, patenter apparebit quod propheta magnus, qui surrexit in nobis, per quem et in quo visitavit Deus plebem suam [Lc 7,16], propter nos perfectissimus activus et excelsior coelis pro nobis contemplativus fuit.

Dicit Evangelium: Jesus autem plenus Spiritu sancto regressus est a Jordane, et agebatur in spiritu in deserto diebus quadraginta [Lc 4,1-2]. Item: Ascendit Jesus in montem solus orare [Mt 14,23]. […] Item: Assumpsit Jesus Petrum, et Jacobum, et Joannem fratrem ejus, et duxit illos in montem excelsum, et transfiguratus est ante eos, etc. [Mt 17,1-2]. O divina contemplatio! O secretorum Dei magna revelatio! O beatae resurrectionis in Moyse et Elia, qui ibidem apparuerunt, manifesta confirmatio! O futurae et inaestimabilis gloriae rara et admirabilis, et ultra quam dici possit, delectabilis repraesentatio! […] Item de Jesu evangelica Scriptura dicit: qui in templo, sive in monte, sive in navicula turbas docebat; caecos illuminabat, leprosos mundabat, infirmos curabat, daemonia ejiciebat, paralyticos sanabat, scribas et Pharisaeos reprehendebat, alios ex patre diabolo dicens esse, zelum habens divinum, arguebat.

Ecce Dei Filius forma summae contemplationis, forma perfectae actionis, utriusque vitae in una sua persona exemplum gessit, et omnibus Christianis, et praecipue suis apostolis normam recte vivendi factis et dictis seipsum praebuit; non videtur esse necesse, ubi post Christum, qui est caput omnium Christianorum, apostolorum vitam tibi describam, quia cum ipsi ferventissime mandatis et vestigiis ejus inhaererent, profecto credendum est illos sic vitam suam juxta doctrinam Magistri sui instituisse […].

Nempe apostolus, Paulus Doctor gentium in fide et veritate, […] omnibus laborans, et ab Jerusalem usque ad Illyricum Evangelium Jesu Christi active seminans: Nostra, inquit, conversatio in coelis est [Phil 3,20]. Joannes apostolus et evangelista, qui […] de fonte Dominici pectoris uberrime potavit, et secreta Divinitatis et arcana coelestium spiritu sapientiae et intellectus repletus, et speciali privilegio divini amoris praeditus contemplando penetravit, ipse in activam transiens apud Ephesum et in pluribus aliis locis Evangelium docuit, ecclesias fundavit, episcopos ordinavit, presbyteros instituit. Ecce […] vadunt in contemplationem, revertuntur in actionem, nec minuuntur, sed augentur merito et in retributione. At vero tu semel in Sancta sanctorum introiens, si tamen adhuc intrasti, summis pontificibus modo ingredientibus, modo egredientibus, tu, inquam, solus, sicut tibi videtur, nunquam es egressus» (Anselmus Havelbergensis, Epistola apologetica pro ordine canonicorum regularium, ed. J.-P. Migne, PL 188, 1131-1333, en línea: <https://mlat.uzh.ch/browser?text=11385>).