Reacciones antijudías tras la peste negra

Quema de judíos durante la peste negra en Tournai (Bélgica). Miniatura de Pierart de Tielt (c. 1349-1352) ilustrando la Crónica de Gilles Li Muisis (Bibliothèque Royale de Belgique, Ms. 13076-77, fol. 12v).

«En el año 1347 de Nuestro Señor, hubo en casi todo el mundo una pestilencia y una mortandad tan grandes que, en opinión de los hombres fidedignos, apenas sobrevivió una décima parte de la humanidad. No duraban enfermos mucho tiempo, sino que morían apenas el segundo o tercer día, de modo que la peste hizo estragos con tal intensidad que muchas ciudades y pueblos se vaciaron por completo de gente. En las ciudades de Bolonia, Venecia, Montpellier, Aviñón, Marsella y Toulouse murieron mil personas en un solo día, y todavía hace estragos en Francia, Normandía, Inglaterra e Irlanda.

Algunos dicen que fue provocada por la corrupción del aire; otros, que los judíos planeaban acabar con toda la cristiandad con veneno y que habían envenenado pozos y manantiales por todas partes. Y muchos judíos confesaron bajo tortura que habían criado arañas y sapos en ollas y sartenes y que habían comprado veneno de las regiones de Ultramar, aunque no todos los judíos sabían de esta maldad, sino sólo los más poderosos, para que no fuera delatada. Como prueba de este atroz crimen, se dice que en muchos pozos y manantiales han sido halladas bolsas llenas de veneno, por lo que en las ciudades, pueblos y aldeas de toda Alemania, así como en los campos y los bosques, los manantiales fueron obstruidos o clausurados con una construcción firme, para que nadie pudiese beber de ellos o utilizar su agua para cocinar. Tenían entonces los hombres que utilizar el agua de la lluvia o del río en su lugar.

Dios, Señor de la venganza, no ha permitido que la maldad de los judíos quede impune, y en toda Alemania, salvo en unos pocos lugares, fueron quemados. Por miedo a este castigo, muchos aceptaron el bautismo y se les perdonó la vida. Esto se hizo con los judíos en el año 1349 de Nuestro Señor, y aún continúa sin cesar, pues en diversas regiones muchas personas, nobles y humildes, han conspirado contra ellos y sus defensores y no desistirán hasta que toda la estirpe judía haya sido destruida» (Hermannus Gigas, Flores Temporum seu Chronicon Universale ab Orbe condito ad annum Christi MCCCXLIX, Leiden, Impensis Philippi Bonkii, 1743, pp. 138-139 – traducción propia a partir del texto latino).

«La persecución de los judíos comenzó en noviembre de 1348, y el primer estallido en Alemania fue en Sölden, donde todos los judíos fueron quemados por el rumor de que habían envenenado pozos y ríos, como se confirmó después por sus propias confesiones y también por las confesiones de los cristianos a los que habían corrompido y que habían sido inducidos por los judíos a llevar a cabo tal acto. Y algunos de los judíos que fueron entonces bautizados dijeron lo mismo. Algunos de estos permanecieron en la fe, pero otros recayeron, y cuando éstos fueron puestos en la rueda [de tortura] confesaron que ellos mismos habían rociado veneno o envenenado ríos. Y, así, no quedó ninguna duda de su engaño, que ahora se había revelado.

En el transcurso de un año, desde la fiesta de Todos los Santos [1 de noviembre] de 1348 hasta la fiesta de San Miguel [29 de septiembre] de 1349, todos los judíos entre Colonia y Austria fueron quemados y asesinados por este crimen, tanto los jóvenes como las doncellas y los ancianos. Y bendito sea Dios, que confundió a los impíos que tramaban la extinción de su Iglesia, sin darse cuenta de que ésta está fundada sobre roca firme y que, al intentar derribarla, se aplastarían hasta morir y se condenarían para siempre.

[…] El 20 de diciembre fueron quemados en Horw en una fosa. Y cuando la madera y la paja se habían consumido, algunos judíos, tanto jóvenes como ancianos, aún permanecían medio vivos. Entonces los más fuertes de ellos cogieron garrotes y piedras y aplastaron los sesos a aquellos que intentaban arrastrarse fuera del fuego, y obligando, así, a esos que querían escapar del fuego a descender al infierno.

[…] Una vez iniciada, la quema de judíos fue en aumento. Cuando la gente descubrió que las historias de envenenamiento eran indudablemente ciertas, se levantaron a una contra los judíos. Primero, el 2 de enero de 1349 los habitantes de Ravensburg quemaron a los judíos en el castillo, al que habían huido en busca de protección del rey Carlos, cuyos sirvientes fueron encarcelados por los ciudadanos después de la quema. El 4 de enero, los habitantes de Constanza encerraron a los judíos en dos de sus casas, y luego quemaron a 330 de ellos en los campos al atardecer del 3 de marzo. Algunos fueron hasta las llamas bailando, otros cantando y el resto llorando. […]

Y, así, en el plazo de un año, como he dicho, todos los judíos entre Colonia y Austria fueron quemados, y en Austria esperan el mismo destino, pues son malditos de Dios. […]» (ed. J. F. Boehmer, Fontes Rerum Germanicarum, 4 vols, Stuttgart, 1843-68, IV, pp. 68-71; traducido a partir de la versión inglesa de R. Horrox, The Black Death, Manchester – Nueva York, Manchester University Press, 1994, pp. 208-210).