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Fragmentos del relato de la primera cruzada por Ibn al-Aṯīr (1160-1233)

Fragmentos de al-Kāmil fī-l-tārīj —una Historia completa del mundo que se extiende hasta el año 1231— de Ibn al-Aṯīr (1160-1233) referidos al avance cruzado que culminó en la conquista de Jerusalén en el 1099.

Ademaro de Monteil, obispo de Le Puy (1077-1098) empuñando una lanza (¿acaso la Lanza Santa?) en la batalla de Antioquía. Detalle de la Historia Ierosolimitana de Guillermo de Tiro (m. 1186). Fuente: Londres, British Library, Yates Thompson 12, fol. 29r.

Los comienzos de la ofensiva cristiana: el ŷihād de los francos [ifranŷī o franŷ] en tres frentes

«La primera manifestación del poder de los francos y su primera agresión contra el territorio del islam, del que se apoderaron parcialmente, tuvieron lugar en el año 478 [1085-86], cuando conquistaron la ciudad de Toledo y otras tierras de Al-Andalus, como ya hemos mencionado. Luego, en el año 484 [1091-2], atacaron y conquistaron la isla de Sicilia, como también hemos mencionado, y volvieron la vista hacia la costa de Ifriqiya, donde hicieron algunas conquistas que luego les fueron arrebatadas. Más tarde tomaron otras partes, como veremos.

En el año 490 [1096-7] se movilizaron contra Siria. La cosa comenzó así: su rey Balduino[1], pariente de Roger el Franco, que había conquistado Sicilia[2], reunió un gran ejército de francos, y envió un mensaje a Roger: “He reunido una gran hueste y voy a ir hacia ti, para desde tus bases ir a conquistar la costa de Ifriqiya y, así, convertirme en vecino tuyo”. Roger convocó a sus compañeros y les pidió consejo al respecto. “¡Por el Evangelio —dijeron—, esto es excelente tanto para nosotros como para ellos: así aquellas tierras se convertirán en tierras cristianas!”. Roger levantó la pierna y se tiró un gran pedo, diciendo: “¡Por la verdad de mi religión! ¡Hay más utilidad en esto que acabáis de oír que en lo que os he escuchado decir!” “¿Cómo es eso?”, preguntaron. “Si vienen hasta aquí —respondió—, necesitarán un gran dispositivo, y barcos para llevarlos a Ifriqiya, y también parte de mis tropas. Si conquistan las tierras, serán suyas, y los recursos de Sicilia irán a parar a ellos, y yo perderé el beneficio anual de las cosechas. Si no lo consiguen, volverán aquí y me avergonzarán, y Tamīm[3] dirá que le he traicionado y que he violado mi pacto con él, y romperemos toda relación y comunicación entre nosotros. Ifriqiya nos está esperando; la tomaremos cuando encontremos la fuerza”. Entonces llamó al mensajero de Balduino y le dijo: “Si estáis decididos a hacer la guerra santa a los musulmanes, lo mejor es que conquistéis Jerusalén: la liberarás de sus manos y tendrás gloria. Sin embargo, entre la gente de Ifrqiya y yo hay juramentos y tratados”. Por lo tanto, hicieron sus preparativos y marcharon a Siria.

Según otro rumor, fueron los fatimíes de Egipto quienes, al ver que la fuerza del imperio selyúcida se consolidaba, ganando control de las tierras de Siria hasta Gaza, sin más provincia entre ellos y Egipto, y que Atsiz[4] invadía y oprimía a Egipto, tuvieron miedo e invitaron a los francos a avanzar contra Siria para apoderarse de ella, separándolos del resto de musulmanes. Pero solo Dios lo sabe con certeza» (Ibn al-Aṯīr, al-Kāmil fī-l-tārīj, año 491 – traducción propia a partir de las versiones italiana de F. Gabrieli, Storici arabi dele crociate, Turín, Einaudi, 1969, e inglesa de D. S. Richards, The Chronicle of Ibn al-Athīr for the crusading period from al-Kāmil fi’l-ta’rīkh. Part 1. The years 491-541/1097-1146: the Coming of the Franks and the Muslim Response, Londres – Nueva York, Routledge, Taylor & Francis Group, 2016. El texto árabe puede consultarse en línea).

El hallazgo de la Lanza Sagrada durante el sitio Antioquía, interpretado como una argucia para elevar la moral de las tropas:

«Había allí un monje[5], de gran autoridad entre ellos, que era un hombre astuto. Les dijo: “El Mesías —sean con Él las bendiciones— tenía una lanza que estaba enterrada en la iglesia de Qusyān, un gran edificio en Antioquía. Si la encontráis, venceréis, pero si no la encontráis, la destrucción está asegurada”. Antes había enterrado una lanza en un lugar de allí y había eliminado todas las huellas. Les ordenó que ayunaran y se arrepintieran, lo cual hicieron durante tres días. Al cuarto día los llevó a todos a aquel lugar, acompañados por la gente común y los obreros. Cavaron por todas partes y encontraron la lanza como él había dicho. “Alégrense por la próxima victoria”, exclamó el monje» (Ibn al-Aṯīr, al-Kāmil fī-l-tārīj, año 491 – traducción propia a partir de las ediciones de Gabrieli y Richards citadas; texto árabe en línea).

Los fatimíes conquistan Jerusalén:

«Cuando los francos derrotaron a los turcos en Antioquía e hicieron una matanza entre ellos, el poder de los turcos se debilitó y perdieron cohesión. Cuando los egipcios vieron su debilidad marcharon a Jerusalén […] y la asediaron. […] El general egipcio montó contra Jerusalén más de cuarenta máquinas de asedio que derrumbaron varios puntos de la muralla. Los habitantes se defendieron, y la lucha y el asedio duraron algo más de cuarenta días. Finalmente, los egipcios tomaron la ciudad por capitulación en el shaʿbān del 489 [agosto del 1096][6]. […] Los egipcios nombraron lugarteniente en Jerusalén a Iftijār al-Dawla, que permaneció allí hasta el momento del que estamos hablando» (Ibn al-Aṯīr, al-Kāmil fī-l-tārīj, año 492 – traducción propia a partir de las ediciones de Gabrieli y Richards citadas; texto árabe en línea).

Conquista cruzada de Jerusalén en 1099:

«Después de su infructífero asedio a Acre, los francos se dirigieron contra Jerusalén y la sitiaron durante más de cuarenta días. Levantaron contra ella dos torres, una de ellas del lado de Sión. Los musulmanes la quemaron y mataron a todos los que estaban en ella, pero aún no habían terminado de quemarla cuando llegó un mensajero en busca de ayuda y diciéndoles que la ciudad estaba siendo tomada por el otro lado. En efecto, los francos tomaron la ciudad desde el norte en la mañana del viernes, a siete días de Shaʿbān [15 de julio de 1099].

La población fue pasada a cuchillo, y durante una semana los francos siguieron masacrando a los musulmanes. Un grupo de musulmanes se refugió en la Torre de David, donde se atrincheraron y lucharon durante varios días. Luego los francos les ofrecieron un salvoconducto, por lo que entregaron el lugar. Los francos se mantuvieron fieles a lo pactado y aquellos partieron por la noche hacia Ascalón, donde se establecieron. En la mezquita al-Aqsa los francos mataron a más de 70.000 personas[7], de las cuales un gran número eran imanes, ulemas, hombres justos y ascetas; musulmanes que habían abandonado sus tierras natales y habían venido a vivir en piadoso retiro este Santo Lugar.

De la Cúpula de la Roca se llevaron cuarenta o más candelabros de plata, cada uno de los cuales pesaba 3.600 dirhams, y también un candelabro de plata que pesaba cuarenta libras sirias. Se llevaron ciento cincuenta candelabros pequeños de plata y unos veinte de oro. El botín que se llevaron era incontable» (Ibn al-Aṯīr, al-Kāmil fī-l-tārīj, año 492 – traducción propia a partir de las ediciones de Gabrieli y Richards citadas; texto árabe en línea).

Refugiados huidos desde Siria acuden a Bagdad implorando ayuda al califa:

«En Ramaḍān [julio-agosto] llegaron a Bagdad hombres procedentes de Siria en busca de ayuda, acompañados por el cadí Abū Saʿi’d al-Harawī. Contaron en la cancillería califal [diwān] un relato que hizo llorar a los ojos y dolerse a los corazones. El viernes fueron a la mezquita mayor y clamaron por ayuda, llorando y haciendo llorar a los demás, contándoles lo que los musulmanes habían sufrido en aquella Ciudad Santa: matanza de hombres, mujeres y niños esclavizados, propiedades saqueadas, etc. Debido a la severidad de su sufrimiento, llegaron a romper el ayuno. […] Los príncipes musulmanes [lit. ‘los sultanes’] estaban en desacuerdo, como relataremos, y por ello los francos [al-ifranŷ] tomaron el control del país. Abū al-Muẓaffar al-Abīwardiyy compuso, en este sentido, algunos versos al respecto […]» (Ibn al-Aṯīr, al-Kāmil fī-l-tārīj, año 492 – traducción propia a partir de las ediciones de Gabrieli y Richards citadas; texto árabe en línea).


[1] Este Balduino (Bardawīl) es un personaje inventado por analogía con los varios Balduinos de Flandes y de Jerusalén; también puede ser que el cronista ya imaginase al futuro Balduino I de Jerusalén rey en occidente.
[2] Roger I de Sicilia (1031-1101).
[3] Tamīm ibn Muʿizz, soberano zirí de Túnez (1061-1107).
[4] Atzis ibn Uvak, líder selyúcida que atacó Egipto en 1077.
[5] Se trata del cruzado Pierre Barthélemy.
[6] El año es erróneo: Jerusalén fue tomada en agosto del 1098.
[7] La cifra, naturalmente, es exagerada.


OpenEdition le sugiere que cite este post de la siguiente manera:
Ignacio Cabello Llano (13 de octubre de 2021). Fragmentos del relato de la primera cruzada por Ibn al-Aṯīr (1160-1233). Fontes Medii Aevi. Recuperado 16 de febrero de 2025 de https://doi.org/10.58079/osou


Ignacio Cabello Llano

Ignacio Cabello Llano (1996), Graduado en Historia (UAM, 2018) y Máster en Ciencias de las Religiones (UCM, 2019), actualmente es investigador FPU en el Área de Historia Medieval de la UAM, donde realiza su tesis doctoral acerca de la experiencia del sufrimiento y el problema del mal en la cosmovisión, la vida y la reflexión religiosa medieval peninsular, bajo la dirección del Dr. Carlos de Ayala. Sus intereses giran en torno a la Historia medieval; la Historia del pensamiento y las ideas; la Historia cultural y de las mentalidades; la Historia y la Filosofía de las religiones; el Pensamiento, la cultura y la cosmovisión medieval: teología, política, filosofía, religiosidad y liturgia, y las Relaciones y encuentros entre cristianismo e islam en la Edad Media. «Si fuera anticuario sólo tendría ojos para las cosas antiguas, pero soy historiador, por eso amo la vida» (Henri Pirenne). Página personal. Ver todas las fuentes publicadas por Ignacio.

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